Celebraciones Litúrgicas

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Confiados en que el Señor de la vida, que en esa tristeza que hoy sentimos habrá de retornarse en alegría al encontrarse en la eternidad el gozo que Dios nos tiene preparado y que todo esto, sin duda, el día de mañana habrá de ser superado por la presencia de Dios, esta presencia que sacia los deseos más limpios.

Pidámosle a Dios por nuestro hermano que ha muerto, pidámosle por su familia, pidámosle por nuestro presbiterio, por nuestra diócesis, para que entendamos que la vida para nosotros es un paso para la eternidad y pidámosle muy en especialmente que la vida que hoy se va de nuestra hermano Luis, sea recompensada por el don de vocaciones sacerdotales y que para nuestro Seminario sea una lección de vida. No vale la pena empeñar la existencia en mediocridades, estamos llamados a dar lo mejor de nosotros mismos a la vocación a la cual el Señor nos invita a participar.

Ante la muerte de nuestro hermano Luis reafirmar que sí vale la pena ser sacerdote y que el Señor nos mantenga en su servicio encontrándolo en nuestra oración, pero también en el rostro de nuestros hermanos que son confiados a los cuidados pastorales y ahí en El procurar que reine la justicia, la verdad y la belleza de sabernos hermanos de la Iglesia.

Yo quisiera repetir que este hecho que estamos viviendo se transforme en una bendición en la familia de nuestro hermano, en nuestro presbiterio y para nuestra diócesis. Dios es capaz de sacar cosas buenas de cualquier acontecimiento.

Dios quiera también que a quienes se encuentran en situación de pecado, de violencia, entiendan que no se alcanza la plenitud humana en medio de la violencia y de la perversidad; se les invita a convertirse y a descubrir en Jesucristo un camino de plenitud y a comprometerse en la construcción de una justicia, justicia que esperamos humanamente también sea realizada.

Adentrándonos en la fe con una confiada esperanza en Dios, que El nos ayude a gozar de ese amor que nos habré a la vida eterna.